La cuenca de los ríos Limay, Neuquén y Negro, se encuentra situada en la parte norte de la región Patagónica. Constituye el sistema hidrográfico más importante de todos los que se extienden integramente en el territorio de la Nación Argentina.

Drena una superficie de 140.000 Km2 y cubre casi la totalidad del territorio de la Provincia de Neuquén y parte de las Provincias de Río Negro y Buenos Aires. El río Neuquén, con un módulo de 280 m3/seg, drena un área de 30.000 Km2; el río Limay tiene un módulo de 650 m3/seg. y drena un área de 56.000 Km2. Ambos conforman el río Negro que drena una cuenca de 116.000 Km2, con un módulo de 930 m3/seg.

Mapa de la Cuenca

Su régimen hidrológico natural, de rasgo pluvionival, se caracteriza por poseer doble onda de crecida. La primera de ellas ocurre en época invernal, cuando se produce del 80 al 90 % del total de las precipitaciones que anualmente se contabilizan en la cuenca. Una parte importante de ellas, en forma de nieve, se acumula en la parte alta de la cuenca. La porción que precipita en forma de lluvia en la parte media y baja, es la que produce la onda invernal, caracterizada por poseer un pico de gran magnitud con relación al volumen que transporta. La segunda onda de crecida, más moderada que la invernal, es habitual hacia fines de la primavera. Tiene origen fundamental en la fusión de la nieve acumulada. Los estiajes son habituales en el comienzo del otoño.

El curso superior del río Limay como el de su principal afluente, el río Collón Curá, tienen un régimen hidrológico de origen pluvionival atenuado por la presencia de lagos naturales ubicados en las nacientes de casi todos sus tributarios importantes. El régimen hidrológico natural se caracteriza por poseer una doble onda de crecida. La primera durante el invierno, época en que se producen las principales lluvias sobre la cuenca. Las precipitaciones níveas se acumulan hasta fines de la primavera, en que se origina el deshielo provocando la segunda onda de crecida. Los estiajes, habituales hacia fines del verano, se extienden hasta el comienzo de las lluvias otoñales.

La cuenca del río Negro se sitúa en la parte norte de la región patagónica. Constituye el sistema hidrográfico más importante de todos los que se extienden íntegramente en territorio nacional. La porción superior de la cuenca se halla en el faldeo oriental de la cordillera de los Andes. Esta zona se caracteriza por poseer densos bosques, producto de abundantes precipitaciones pluviales y nivales que acumulan valores cercanos a 3.000 mm. anuales. Hacia el este, la porción media e inferior se extiende por la estepa patagónica, caracterizada por vegetación de tipo arbustiva de escaso desarrollo y pastizales acostumbrados a un régimen de lluvias no mayor de 200 mm. anuales. El río Negro se desplaza a través de mesetas áridas con un valle de ancho variable. Se caracteriza por su reducida pendiente y la existencia de numerosos brazos secundarios que se activan con aguas altas. En todo su recorrido no recibe el aporte de ningún afluente.

Los rasgos orográficos de la cuenca condicionan su clima y los mecanismos meteorológicos que provocan las precipitaciones en sitios preferenciales. En la cuenca del río Neuquén la cordillera del límite que la bordea por el oeste, posee una altura media superior a 2.000 metros. Esta barrera montañosa dificulta el paso de las tormentas provenientes del Pacífico que alcanzan a descargar su humedad sólo en una franja muy estrecha de la cuenca. Hacia el sur, la altura de la cordillera desciende a la vez que se hacen más frecuentes los valles transversales que permiten el paso de las tormentas del oeste, produciéndose en consecuencia, lluvias más abundantes en la cuenca del río Limay que en la del Neuquén.

Desde los más remotos tiempos, el hombre buscó afincarse a orillas de los ríos y lagos. Advirtió que la obtención de alimentos, la comunicación y el esparcimiento eran mucho más fáciles en cercanías de las fuentes de agua. La disponibilidad de agua fue un factor decisivo para el asentamiento y desarrollo de los diferentes pueblos e influyó notoriamente en sus culturas. Aquella importancia ancestral que las distintas civilizaciones dieron al agua continúa teniendo vigencia en la actualidad.

En los tiempos modernos, las zonas que poseen agua son más prósperas que otras en donde ésta es escasa. En varias regiones del planeta la escasez de agua limita el cultivo de la tierra. En la actualidad se halla cultivado aproximadamente el 10 % de su superficie, mientras que los desiertos cubren casi una tercera parte del área continental. El crecimiento de la población mundial y la urgente necesidad de generar alimentos presagian que el agua será uno de los bienes más preciados en el futuro.

La cuenca de un río puede definirse como el área de captación de las precipitaciones atmosféricas que, en forma de flujo superficial o subterráneo, escurren hacia él.

En la medida que el uso de las fuentes de agua se fue tornando más intensivo empezaron a aparecer consecuencias de distinta índole que se trasladaron afectando un territorio más amplio que el ocupado por la localización puntual del aprovechamiento. El río es el principal interrelacionador del fenómeno causa – efecto de determinadas acciones que pueden trasladar las consecuencias a las partes del territorio. Existen numerosos ejemplos de prácticas deficientes en la parte alta de las cuencas que se manifiestan aguas abajo con consecuencias catastróficas. La tala indiscriminada de bosques, el sobrepastoreo de las zonas dedicadas a la ganadería, las prácticas agrícolas deficientes, son algunas de las causas que se traducen en erosión y producción de sedimentos que provocan atarquinamiento de los embalses y pérdida de su capacidad para atender el uso al que se lo ha destinado. Por ello es necesario conceptualizar a las cuencas hidrográficas como una unidad territorial indivisible.

Como unidad ambiental existe una estrecha relación entre el agua y los demás recursos naturales, sus habitantes y su organización sociocultural. Aunque el recurso hídrico tiene carácter de inagotable su utilización requiere la aplicación de ciertos cuidados tendientes a no alterar su calidad. Por ello, el manejo de una cuenca debe incorporar el desarrollo integrado de los recursos y el impacto ambiental, evaluando y controlando los efectos que producen en los ecosistemas la construcción de presas de embalse, obras de riego, sistemas de abastecimiento de agua potable y cualquier otro uso del recurso hídrico.